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Saludo

(Emilia Morote Peñalver)

¡Qué buen momento!

A los alumnos, primero, como un microcuento más, una invitación a ponerle título: <<En una mañana de primavera, y la sensibilidad que asomaba por este mar de amistades...>>.

¡Cuántas veces he compartido la necesidad de presentar los libros citando, siempre, como personas idóneas y relevantes a quienes nos acompañan: Mayte Caro Valverde y Pedro Guerrero Ruiz! 

Este acto, aun estando motivado por razones curriculares, tiene algo de capricho por la originalidad de lo que aquí se presenta, que es, al mismo tiempo, tan singular y tan plural como espectacular. Algo que se sale de lo <<normal>> en este proceso de homogeneización en el que se ha convertido la enseñanza con el ajuste febril a los conocidos estándares de aprendizaje: en efecto, los alumnos han creado ideas, han descubierto sensaciones... y han aprendido a revestirlas de palabras o imágenes, en el camino de vuelta. Y todo, para mover el ánimo hacia efectos de sorpresa, de gozo o deleite, de dolor... y, de este modo, lograr la conmoción y la crítica, y, por supuesto, siempre con respeto a los autores, a su obra y los lectores.

Es este un acto simbólico, primero, de...

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<<Sutiles, ingrávidos y gentiles>>

(Mayte Caro Valverde)

He aquí tres libros amigos del pensamiento. Cuando Emilia Morote me invitó a reflexionar sobre su valor ante la comunidad educativa reunida en esta sala, pensé en Pitágoras, maestro de la ciencia del número 3 por la admiración que le provocaba esta cifra en cuya arquitectura vio constituido el universo.

Son amigos por pensar desde la libertad. Los acercan los encuentros felices de tres símbolos que, presidiendo sus títulos, vienen a recordarnos el sentido de la literatura en las personas: la palabra, el espejo, el silencio. La palabra de los jóvenes que los han creado. El espejo de sus vidas sentidas. Y el silencio pensativo que, en los lectores, dejan las voces de hermosas singularidades merecidas a su aire como el ruido de los juncos en el bosque.

Son libres por pensar desde la amistad. Su género clave, el haiku, poema del mundo en tres versos. Tercetillo que roza con los dedos del alma la paradoja primera que hizo de la literatura un arte: la presencia de lo grande en lo pequeño. Esa literatura que se nos mete en lo hondo porque nos descubrimos en su alteridad con el asombro de quien contempla la naturaleza inusitada.

El haiku entraña la poesía del romanticismo sin estridencias...

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